Sólo había un billete vacante y se lo adjudicó Argelia empatando (1-1) ante Rusia. Los Zorros del Desierto supieron igualar el tanto inicial de Kokorin y aguantaron el constante bombardeo a la desesperada de los chicos de Fabio Capello. A los rusos, sin embargo, les falta fútbol, les falta gol y les sobra bloque. Cualquier jugada rocambolesca les podía haber metido en octavos pero no hubiera sido merecido. El combinado norteafricano fue superior en talento, en calidad, en solidaridad. Por eso se medirá con Alemania en la siguiente fase. Nunca había llegado tan lejos en un Mundial.
El héroe de tal hazaña es Islam Slimani, el delantero del Sporting de Lisboa, uno de esos futbolistas que nunca va a pasar del segundo escalón, nunca va a ser una estrella, pero siempre cumple. Hace exactamente lo que se le pide. Por eso Vahid Halilhodzic, seleccionador argelino, confía ciegamente en él. En Brasil suma ya dos trascendentales goles.
Slimani demostó ante Rusia todas sus virtudes, su movilidad, su trabajo y su potente remate de cabeza. En una falta lateral lanzada por Brahimi, del Granada, el delantero de Argelia aprovechó el error (otro) de Akinfeev para mandar un potente cabezazo al fondo de la red. El portero ruso ha sido un lastre para su equipo, clave en la eliminación de Rusia con este fallo y con el que cometió ante Corea del Sur.
Los rusos habían encaminado su pase con el tanto de Kokorin en el minuto seis. Clasificada Bélgica y con muy pocas opciones Corea -que se redujeron aún más con la diana de Vertonghen-, la segunda posición del Grupo H se disputaba en Curitiba. Y el equipo de Capello salió con fuerza para imponerse desde el principio.
Su gol, el 1-0, nació de una combinación entre un futbolista del Spartak de Moscú y otro del Dínamo, dos enemigos íntimos que mantienen una tremenda rivalidad que comenzó a principios del siglo XX. Kombarov, del Spartak, fue quien centró. Kokorin, del Dínamo, fue quien conectó un imparable cabezazo para mandar la pelota hasta un rincón inalcanzable para el portero argelino.
Los Zorros del Desierto quedaron desconcertados hasta el descanso. No encontraba opciones por fuera, aunque no se descompuso demasiado atrás. También es cierto que se aprovechó de la incapacidad rusa para generar juego, para proponer. La posesión no es una de las armas por las que apuesta Capello.
Por eso los africanos -a la que se encendió la bombilla de Bentaleb, Brahimi, Djabou, Feghouli, Slimani- se hicieron dueños del partido. Para ello tuvieron que confiar en su guardameta Raïs M’Bolhi, vital para frenar la salida en tromba de Rusia. Sobre todo en una gran ocasión que tuvo Samdeov. Con las manos en la cabeza, el centrocampista del Lokomotiv evidenciaba que era consciente de la oportunidad que acababa de desaprovechar.
Entonces fue cuando se pusieron las pilas los fenomenales jugadores argelinos, una generación tremenda, encaminada a lograr un resultado histórico. El gol de Slimani, que ya había avisado varias veces, garantizó el histórico pase a octavos.
Argelia se decidió entonces a defender. Emocionó la solidaridad de los norteafricanos. Incluso el delantero Ghilas, que entró en la segunda parte, ayudaba en la contención en cualquier parte del campo. Labores en las que no está muy familiarizado. Por eso no sorprendió que regalara alguna peligrosa falta lateral a los rusos. Aguantaron los argelinos, aguantó M’Bolhi y Rusia quedó eliminada.
El resultado es desastroso para el proyecto de Capello, encaminado a construir un equipo solvente para el próximo Mundial, el que se celebrará en territorio ruso. El técnico italiano, fuera de sí, achacó el empate al árbitro, acusándole de no señalar un penalti muy claro que nadie vio. Este podría ser el fin de la carrera de Fabio mientras Argelia renace olvidando el tongo entre Alemania y Austria que le dejó fuera de la segunda fase en el Mundial de España’82.
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