Saturday, September 20, 2014

Menú variado


A las siete de la tarde, la Mercè acudió puntual a su cita musical ante la antigua fábrica de la Damm, un poco más allá arriba de lo que son el resto de los escenarios de las fiestas, en Rosselló chaflán Castillejos. El set musical era congruente con lo que suele ofrecerse en esa esquina desde que el BAM habita allí un día al año: un menú de tres platos, para paladares variados, pero siempre con un listón razonable de exigencia artística.


En esta ocasión la entente BAM-Damm había preparado una batería bien heterogénea: Coriolà, Mishima y Klaxons. Comenzó con puntualidad el quinteto del Maresme, liderado por Carles Chacón y con una propuesta más vigorosa en directo que lo que ofrecen en su hasta ahora único álbum, El debut, producido por Miqui Puig y cargado de emociones y rítmica asequible. La sesión de Coriolà superó brevemente los tres cuartos de hora y se desarrolló a luz de la tarde y ante un público que fue dándose cita con parsimonia.


Para cuando hicieron acto de presencia en el escenario los miembros de Mishima, el espacio del aficionado ya estaba densamente poblado. La banda comandada por David Carabén vive uno de los mejores momentos de su ya dilatada carrera, y la excelente acogida que siguió a la aparición hace unos meses de su nueva entrega discográfica, L’ànsia que cura, no ha hecho más que confirmarlo. Sus conciertos, que se han multiplicado durante estos meses por estas latitudes,han alcanzado un grado de madurada intensidad, que los hacen bastante únicos: abiertos a estilos, idiomas y sensibilidades de infinidad de procedencias, el concierto de ayer volvió a demostrar lo irreprochable de su propuesta musical.


Mishima volvió a convertir su directo en una especie de ceremonia de intercambio con el aficionado, donde Carabén -cuya voz al principio era difícil de distinguir en medio del torbellino sonoro-, Lloret y compañía esculpieron hits y temas de su último L’ànsia que cura con su mezcla de emoción, electricidad, épica y buenos quilates musicales.


Fueron los Klaxons los que anoche llevaron el rock a la música de baile. El trío británico también está viviendo una temporada excepcional en términos de directo -visto lo de ayer, nada sorprendente-, como su paso la pasada semana por el Solar Fest de Palma de Mallorca. El carismático trío formado por Jamie Reynolds, Simon Taylor-Davies y el magnífico James Righton -convertido en cuarteto en los directos- mostró también las razones de su éxito, que en síntesis se basa en haber sabido combinar su rock contundente con la música de baile de raíz electrónica tan de moda en medio planeta.


Los aficionados que les descubrieron en su debut hace siete años pueden estar de enhorabuena con el regreso de los Klaxons a las pistas de baile a través de los infecciosos ritmos tralleros de su nuevo disco Love frequency.


Anoche, no defraudaron ni engañaron con su musculosa descarga adaptada a la dance music: la gente disfrutó desde el principio con New reality y luego ya no paró con Atlantis, Children of the sun, la ultrapegadiza There is no other time, Magick, Echoes o It’s not over yet.




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