Saturday, September 27, 2014

El partido alfa, en la almena



Al Partido Alfa de las clases medias españolas la convocatoria catalana le viene de perlas para movilizar y cohesionar a su electorado con vistas a las elecciones locales y regionales del mes de mayo. Será un año difícil, el 15. Se ve a venir. Las elecciones municipales y autonómicas (13 regiones) serán preámbulo de las generales, que deberían celebrarse en noviembre. El ciclo empezó con las europeas y desde entonces la política va a todo gas y los acontecimientos se suceden con verdadera sensación de vértigo. El 2 de junio, nueve días después de las europeas, abdicó el rey Juan Carlos. Y ahí comenzó un tiempo nuevo. Estamos en una cinta que transporta algo más que un ordinario ciclo electoral.


La secuencia catalana que va del 11 del 9 al 9 del 11, vivido por muchas personas en Catalunya como un verdadero tiempo de Adviento, forma parte del ciclo largo que conducirá a la formación de un nuevo Parlamento español, en el que es muy probable que ningún partido tenga la mayoría absoluta. La secuencia catalana forma parte del ciclo general y lo influye, Lo influye en dos sentidos aparentemente contradictorios: fortalece al Partido Alfa y alimenta la “zona de ruptura” –tomo prestada la expresión del politólogo valenciano Jaime Miquel–, la zona política y sociológica en la que confluyen, desde distintos ángulos de la sociedad y con diferentes enfoques ideológicos, los deseos de ruptura o modificación fuerte del régimen de 1977-78.


Catalunya ayuda al Partido Alfa a llamar a filas a sus electores –“o nosotros o el caos”–, a la vez que alienta la contestación, mediante un singular dispositivo de emulación del que ya se tuvo noticia durante la transición. Entonces, la movilización catalanista estimuló un deseo general de autonomía. “Si los catalanes luchan tanto por la autonomía, ¿por qué nosotros no vamos a querer autonomía?” Era tiempo de cambio. Tiempo de nuevas reglas. Y nadie quería quedar atrás. Y menos que nadie, Andalucía, la gran propulsora del ‘café para todos’. Ahora, la protesta catalana estimula, preocupa e irradia a los contestatarios españoles. No es una emulación independentista, por supuesto. Es un zarandeo. Es un mensaje: “Atención, que aquí está pasando algo que nos interesa a todos”. De alguna manera, el “derecho a decidir” ha atravesado el Ebro. En un sentido difuso. Como viento de protesta. Los de Podemos lo han captado.


Observemos ahora las cosas desde el punto de vista del Partido Alfa. Subamos a las almenas del castillo y contemplemos el paisaje. La mejoría económica avanza. En el plano estadístico, avanza. Antes del verano, la perspectiva era espléndida. No había nubes. Ahora, sí. Después del choque de Estados Unidos y de la Europa germánica con Rusia a propósito de Ucrania, las cosas se están complicando en Europa. Luces en ámbar, mientras se preparan unos presupuestos generales del 15 sin muchas aristas sociales y se espera que, a partir de enero, la reforma fiscal comience a dejar algo de dinero en los bolsillos de la gente con trabajo.


Puesto que las bases del Partido Alfa están muy nerviosas ante las elecciones de mayo, en Madrid, en Valencia, en las grandes ciudades de Andalucía, en Galicia, en todo el país…, el Gobierno ha comenzado el curso retirando la impopular contrarreforma de la ley del aborto y prepara una modificación de la ley electoral municipal para dar un sesgo mayoritario a los ayuntamientos. Objetivo: evitar un escenario muy crítico en mayo. Las elecciones locales vienen envenenadas.


Visto desde las almenas del castillo, los sucesos de Catalunya cohesionan y movilizan a la base electoral de la derecha española. No habrá consulta. El Tribunal Constitucional la prohibirá y desde el Gobierno se advertirá a los funcionarios de la Generalitat del riesgo de inhabilitación individual. Mensaje especialmente dirigido a los directores de escuela y a los Mossos d’Esquadra. No habrá amenazas inmediatas de suspensión de la autonomía. Se contempla –desde las almenas-, la posibilidad de elecciones anticipadas en Catalunya, en enero o febrero.


El caso Pujol ha dejado muy tocada a Convergència y ERC va primera en las encuestas. No parece un gran estímulo para el adelanto electoral, cuya llave está en el bolsillo de Artur Mas. Pero ocurren dos cosas: ERC no quiere ganar ahora la Generalitat –sí los ayuntamientos que tenga a su alcance, todos los que pueda– y la convocatoria de la consulta engrandece a Mas en Catalunya. La ceremonia de ayer en Barcelona, solemne, gótica e internacional, giró entorno a su figura. Está surgiendo el ‘Partit del President’. El viernes, en el Parlament, murió, definitivamente, la CDC pujolista. Ayer sábado, en Palau, nació el ‘Partit de la Sobirania’, encabezado por Mas. ERC no lo tendrá fácil para resistir la presión a favor de una candidatura soberanista unitaria, con independientes. La secuencia 11-9-11 es también un momento de fuerte pugna interior catalana. Según cómo evolucionen los acontecimientos, esa lucha acabará en primer plano, descarnada. Catalunya siempre ha sido muy pugnaz. No hay momento de cambio en España, sin una gran pugna interior en Catalunya.


Desde la almena se contempla un paisaje problemático, pero bastante controlado. Todo conduce a las elecciones generales y al nuevo Parlamento español del 2016. Y los catalanes, como otras veces, van por delante. Pero esa segunda guerra de Crimea lo está complicando todo. El estancamiento europeo. El riesgo de otra recaída económica. La incertidumbre, de nuevo.


No hay guiones perfectos. La dimisión del ministro Ruiz Gallardón ha dañado al PP. Ha reducido el perímetro del grupo dirigente. El cambio de la ley electoral local -sobre cuyo contenido hay divergencias en el interior del PP-, puede parecer una gran cacicada si no se pacta. Y después del referéndum de Escocia, hace diez días, el foco internacional ilumina con intensidad Catalunya. Ayer hubo que improvisar una conferencia de prensa en Moncloa. La réplica del Gobierno no podía reducirse a unas declaraciones de Mariano Rajoy a la prensa escrita en la Gran Muralla China. Un Rajoy confuciano y distante. La vicepresidenta tuvo que salir a la palestra. Todo parece controlado y todo puede complicarse, aún más.




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